Esta es una entrada muy especial de un bloguero invitado acá en #visual744... uno de esos que dió el salto al diseño web, nos cuenta como fue ese proceso y mejor aún les adelanto que este es el primero de sus post para este blog... muy felices de contar con un diseñador potente en este flanco los dejó con Alberto Vega diseñador a cargo del rediseño del sitio de la Revista Sabores, del Congreso Web Transcyberiano y actualmente diseñador Front-End de FREAKYmedia con proyectos como Camelladas.com
Por Alberto Vega
Twitter @albertovega
Recuerdo estar sentado (muy incómodamente por cierto… los bancos de dibujo de Bellas Artes no eran famosos por su ergonomía) escuchando a la profesora dar indicaciones de lo que ibamos a trabajar ese día. Las clases de dibujo nunca fueron mis favoritas… tardé unos buenos tres o cuatro años en captar que para mí, eran un "mal" necesario. Y digo "mal" porque en ese momento era pésimo, y peor aún, no le veía sentido alguno al aprender a dibujar cuerpos humanos anatómicamente correctos, o bocetear los edificios de la universidad sin terminar con puntos de fuga por doquier.
Yo no quería ser un artista plástico. Nunca había dibujado por placer, ni tampoco pintado… talvez nunca me había visto expuesto a eso realmente, no sé… A veces me sentía mal, como que estaba engañando a alguien, o bueno, a mí mismo, al estar ahí. Cuando empecé la carrera creo que no estaba realmente seguro en lo que me había metido. No tenía ni la menor idea del proceso por el que había que pasar… hice una prueba de aptitud donde básicamente todo fue improvisación debido a mi nivel de ignorancia en las artes en ese punto de mi vida. Durante la prueba de dibujo recuerdo a alguien dar indicaciones sobre el escorzo… me hubiese gustado poder entender la indicación, pero era la primera vez que si quiera escuchaba el término y no quería sonar ignorante preguntando al respecto. Y es que bueno, mis clases de Artes Plásticas del colegio se reducían a completar ejercicios estúpidos de ilusiones ópticas y pintar mesas con algún patrón inepto que las hiciera ver “artísticas”… Decidí entonces ignorar la indicación del escorzo y seguir viendo como rayos terminaba de dibujar las verduras marchitas que formaban parte del bodegón que tenía delante mío. Pasé la prueba, aún no entiendo cómo, pero pasé. En fin, casi 6 años después, en la graduación, sentado en el auditorio de Derecho durante alguno de los tantos discursos oficiales, me puse a pensar sobre el paso por la universidad. Llegué a la conclusión de que estudiar Artes fue lo mejor que pude haber hecho. Y fue porque finalmente entendí que es una carrera con cantidad infinita de caminos que escoger al terminarla… de ahí salen pintores, escultores, ceramistas y dibujantes, pero también salen caricaturistas, animadores digitales, arte finalistas, fotógrafos, diseñadores web, diagramadores, o en el mejor de los casos, una mezcla de todo lo anterior.
El primer año en una carrera de diseño es lo más enriquecedor que alguien puede experimentar al meterse en este campo. Ya sea que quiera ser un artista plástico o no.
Realmente eso no importa. Para sorpresa mía, descubrí que mi materia favorita durante toda la carrera fue Escultura. Grabado no estuvo tan mal a pesar de casi perder un dedo el primer día con un cincel por descuidado (pero creo que casi todo estudiante de diseño estuvo al borde de perder algún dedo por múltiples motivos en algún momento de su carrera). Cerámica, pintura y hasta el mismo dibujo fueron cosas que me daban pánico los primeros días, pero como que van creciendo en uno, a tal punto que mis últimos años en la U, en los Dibujos 7 y 8, el grado de experimentación que se le exige a uno es tan grande (ojo que la instrucción al principio del curso era que básicamente desarrollara una manera "nueva" no tradicional de dibujar, casi nada…) que los cursos que desde el día 1 estuve deseando llevar ya no me llamaban tanto la atención. Los cursos digitales de cosas como Photoshop, Flash, web (tristemente con Dreamweaver y el ahora fallecido
Fireworks), entre otros… uno no los siente ya como en la misma categoría después de haber pasado por 3-4 años de cursos plásticos y de diseño puro. Generar patrones en Ilustrator, hacer un fotomontaje en Photoshop o animar un banner en Flash son tareas mecánicas. Uno aprende a hacerlas siguiendo instrucciones inicialmente. Se hacen varias veces para que el cerebro lo capte, se practica para dominarlo de memoria y listo. Materia aprobada, pero con el menor grado de satisfacción posible probablemente.
Y no, no fue que me convertí en un artista plástico que odia todo lo digital o algo por el estilo, no soy un "purista" de las artes plásticas. En realidad, todo lo contrario. A los ojos de algunos, soy parte de la generación de “bichos raros” que dejamos botado lo manual por meternos en lo digital. Y por digital no me refiero a Photoshop e Illustrador y toda la gama de programas que cualquier diseñador hoy en día tiene que saber, sino algo ajeno completamente al área. El desarrollo front-end, UI/UX, el aprender lenguajes de programación como HTML, CSS, Javascript, PHP y otra infinidad más que evolucionan constantemente… y con ellos todos los dolores de cabeza y cortos circuitos que conllevan escribir código para la mente de un diseñador. La mezcla de dos cosas que normalmente se consideran opuestas hace que el cerebro tenga que hacer más trabajo de la cuenta, utilizar zonas opuestas cuando antes sólo se tenía que enfocar en una. Recuerdo que el inicio es un poco atrofiado, en especial cuando hay que encararlo de golpe por necesidad. Pero creo que a veces, esa es la mejor manera de aprender algo nuevo.
Estudiar diseño durante 6 años en una Facultad orientada casi totalmente (al menos en aquel entonces) a lo plástico, no a lo digital, hace que la manera de ver todo sea bastante diferente. Incluso creo que fui la penúltima generación que tuvo que revelar manualmente sus propios negativos a color en un cuarto oscuro, imagínense lo "manual" de la formación. Pero ahora paso más tiempo frente a un editor de código que frente a una ventana de Photoshop, y muchísimo menos a un canvas de pintura. Hace dos años regalé mi mesa de dibujo. Los rollos de papeles que abundaban por toda mi casa ya no están y tampoco hay manchas de pintura o pedazos de cutter por todo el cuarto.
Y es que no se puede entrar al mundo digital del diseño sin antes tener las bases análogas que en un principio lo gestaron. Uno no puede pretender entender lo que hacen herramientas como burn o dodge en Photoshop sin haber tenido que hacer esas mismas acciones (“quemar” y “aclarar”) manualmente en cuarto oscuro con un pedazo de cartón mal cortado mientras exponía un negativo en papel fotosensíble. Y no se puede pretender hacer buen diseño web sin antes entender el valor de la proporción áurea, el jerarquizar elementos gráficos en una composición, el espacio vacío y la contraforma, la tipografía, etc. Infinidad de cosas que sólo los cursos manuales pueden enseñarle a uno de manera que cuando llegue finalmente a utilizar herramientas mecánicas como Illustrador y demás no sean ellas las que hacen el trabajo por uno. No es cargar una plantilla o usar patrones default o poner botones a lo loco. Es recordar las clases de dibujo que tanto costaban pasar, las tareas malas y las notas reprobadas y aplicar todo eso de manera casi que intuitiva, dejar que el diseño fluya a través del programa, y no gracias a él.
Sí admito que lo extraño. El trabajar con las manos. Pero cuando pienso en el valor que tuvo para mí esa etapa, y cómo se convirtió en un escalón para tantas cosas, es cuando realmente comprendo todo, y es también cuando entiendo que no podía nada más quedarme con el título de diseñador gráfico, porque como en muchas otras carreras, hay que especializarse, hay que buscar un nicho en el mercado, en especial ahora que hay tantísima gente graduándose cada año como “diseñador gráfico”. Yo pasé de estar en una oficina pequeña de una periodista haciendo revistas para las fincas bananeras de Limón (que aunque suene raro, fue muy enriqueceder siendo apenas mi primer trabajo) a un periodo de mucho aprendizaje en una agencia de diseño en Tibás. Pero luego, y por mucho, lo que más me ha hecho crecer han sido los últimos 2 años que me “mandé” a trabajar freelance... fue aquí cuando comencé en un proyecto súper ambicioso llamado FREAKYmedia. Pero eso es tema para otro día.
Estando “solo” uno termina más bien conociendo a gente excepcional con cada nuevo proyecto, y uno va siendo selectivo. La única manera de crecer es exigirse al máximo todos los días, y la mejor forma de hacerlo es rodeándose de gente apasionada en lo que hacen, ojalá que sean lo mejor en algo que uno desconozca. Gente que en mi caso se han llegado a convertir en mentores. Y mientras más exigentes y más duros sean con el trabajo de uno, mejor. Uno no aprende a punta de cumplidos y “bien hecho”. Uno aprende a punta de crítica dura e iteracción. Nada nunca está realmente terminado. Siempre hay campo para mejora.
Ojalá la enseñanza tradicional del diseño no se pierda. Hoy cada vez más gente ocupa un trabajo y rápido, por lo que terminan llevando cursos técnicos para usar programas de diseño. Pero ese es el problema justamente. Yo puedo saber a usar un lápiz, pero eso no implica que sepa dibujar.
Los pasillos de Escuela de Artes Plásticas de la UCR y sus exposiciones temporales |
Yo no quería ser un artista plástico. Nunca había dibujado por placer, ni tampoco pintado… talvez nunca me había visto expuesto a eso realmente, no sé… A veces me sentía mal, como que estaba engañando a alguien, o bueno, a mí mismo, al estar ahí. Cuando empecé la carrera creo que no estaba realmente seguro en lo que me había metido. No tenía ni la menor idea del proceso por el que había que pasar… hice una prueba de aptitud donde básicamente todo fue improvisación debido a mi nivel de ignorancia en las artes en ese punto de mi vida. Durante la prueba de dibujo recuerdo a alguien dar indicaciones sobre el escorzo… me hubiese gustado poder entender la indicación, pero era la primera vez que si quiera escuchaba el término y no quería sonar ignorante preguntando al respecto. Y es que bueno, mis clases de Artes Plásticas del colegio se reducían a completar ejercicios estúpidos de ilusiones ópticas y pintar mesas con algún patrón inepto que las hiciera ver “artísticas”… Decidí entonces ignorar la indicación del escorzo y seguir viendo como rayos terminaba de dibujar las verduras marchitas que formaban parte del bodegón que tenía delante mío. Pasé la prueba, aún no entiendo cómo, pero pasé. En fin, casi 6 años después, en la graduación, sentado en el auditorio de Derecho durante alguno de los tantos discursos oficiales, me puse a pensar sobre el paso por la universidad. Llegué a la conclusión de que estudiar Artes fue lo mejor que pude haber hecho. Y fue porque finalmente entendí que es una carrera con cantidad infinita de caminos que escoger al terminarla… de ahí salen pintores, escultores, ceramistas y dibujantes, pero también salen caricaturistas, animadores digitales, arte finalistas, fotógrafos, diseñadores web, diagramadores, o en el mejor de los casos, una mezcla de todo lo anterior.
El primer año en una carrera de diseño es lo más enriquecedor que alguien puede experimentar al meterse en este campo. Ya sea que quiera ser un artista plástico o no.
Realmente eso no importa. Para sorpresa mía, descubrí que mi materia favorita durante toda la carrera fue Escultura. Grabado no estuvo tan mal a pesar de casi perder un dedo el primer día con un cincel por descuidado (pero creo que casi todo estudiante de diseño estuvo al borde de perder algún dedo por múltiples motivos en algún momento de su carrera). Cerámica, pintura y hasta el mismo dibujo fueron cosas que me daban pánico los primeros días, pero como que van creciendo en uno, a tal punto que mis últimos años en la U, en los Dibujos 7 y 8, el grado de experimentación que se le exige a uno es tan grande (ojo que la instrucción al principio del curso era que básicamente desarrollara una manera "nueva" no tradicional de dibujar, casi nada…) que los cursos que desde el día 1 estuve deseando llevar ya no me llamaban tanto la atención. Los cursos digitales de cosas como Photoshop, Flash, web (tristemente con Dreamweaver y el ahora fallecido
Fireworks), entre otros… uno no los siente ya como en la misma categoría después de haber pasado por 3-4 años de cursos plásticos y de diseño puro. Generar patrones en Ilustrator, hacer un fotomontaje en Photoshop o animar un banner en Flash son tareas mecánicas. Uno aprende a hacerlas siguiendo instrucciones inicialmente. Se hacen varias veces para que el cerebro lo capte, se practica para dominarlo de memoria y listo. Materia aprobada, pero con el menor grado de satisfacción posible probablemente.
Y no, no fue que me convertí en un artista plástico que odia todo lo digital o algo por el estilo, no soy un "purista" de las artes plásticas. En realidad, todo lo contrario. A los ojos de algunos, soy parte de la generación de “bichos raros” que dejamos botado lo manual por meternos en lo digital. Y por digital no me refiero a Photoshop e Illustrador y toda la gama de programas que cualquier diseñador hoy en día tiene que saber, sino algo ajeno completamente al área. El desarrollo front-end, UI/UX, el aprender lenguajes de programación como HTML, CSS, Javascript, PHP y otra infinidad más que evolucionan constantemente… y con ellos todos los dolores de cabeza y cortos circuitos que conllevan escribir código para la mente de un diseñador. La mezcla de dos cosas que normalmente se consideran opuestas hace que el cerebro tenga que hacer más trabajo de la cuenta, utilizar zonas opuestas cuando antes sólo se tenía que enfocar en una. Recuerdo que el inicio es un poco atrofiado, en especial cuando hay que encararlo de golpe por necesidad. Pero creo que a veces, esa es la mejor manera de aprender algo nuevo.
Estudiar diseño durante 6 años en una Facultad orientada casi totalmente (al menos en aquel entonces) a lo plástico, no a lo digital, hace que la manera de ver todo sea bastante diferente. Incluso creo que fui la penúltima generación que tuvo que revelar manualmente sus propios negativos a color en un cuarto oscuro, imagínense lo "manual" de la formación. Pero ahora paso más tiempo frente a un editor de código que frente a una ventana de Photoshop, y muchísimo menos a un canvas de pintura. Hace dos años regalé mi mesa de dibujo. Los rollos de papeles que abundaban por toda mi casa ya no están y tampoco hay manchas de pintura o pedazos de cutter por todo el cuarto.
Y es que no se puede entrar al mundo digital del diseño sin antes tener las bases análogas que en un principio lo gestaron. Uno no puede pretender entender lo que hacen herramientas como burn o dodge en Photoshop sin haber tenido que hacer esas mismas acciones (“quemar” y “aclarar”) manualmente en cuarto oscuro con un pedazo de cartón mal cortado mientras exponía un negativo en papel fotosensíble. Y no se puede pretender hacer buen diseño web sin antes entender el valor de la proporción áurea, el jerarquizar elementos gráficos en una composición, el espacio vacío y la contraforma, la tipografía, etc. Infinidad de cosas que sólo los cursos manuales pueden enseñarle a uno de manera que cuando llegue finalmente a utilizar herramientas mecánicas como Illustrador y demás no sean ellas las que hacen el trabajo por uno. No es cargar una plantilla o usar patrones default o poner botones a lo loco. Es recordar las clases de dibujo que tanto costaban pasar, las tareas malas y las notas reprobadas y aplicar todo eso de manera casi que intuitiva, dejar que el diseño fluya a través del programa, y no gracias a él.
Sí admito que lo extraño. El trabajar con las manos. Pero cuando pienso en el valor que tuvo para mí esa etapa, y cómo se convirtió en un escalón para tantas cosas, es cuando realmente comprendo todo, y es también cuando entiendo que no podía nada más quedarme con el título de diseñador gráfico, porque como en muchas otras carreras, hay que especializarse, hay que buscar un nicho en el mercado, en especial ahora que hay tantísima gente graduándose cada año como “diseñador gráfico”. Yo pasé de estar en una oficina pequeña de una periodista haciendo revistas para las fincas bananeras de Limón (que aunque suene raro, fue muy enriqueceder siendo apenas mi primer trabajo) a un periodo de mucho aprendizaje en una agencia de diseño en Tibás. Pero luego, y por mucho, lo que más me ha hecho crecer han sido los últimos 2 años que me “mandé” a trabajar freelance... fue aquí cuando comencé en un proyecto súper ambicioso llamado FREAKYmedia. Pero eso es tema para otro día.
Estando “solo” uno termina más bien conociendo a gente excepcional con cada nuevo proyecto, y uno va siendo selectivo. La única manera de crecer es exigirse al máximo todos los días, y la mejor forma de hacerlo es rodeándose de gente apasionada en lo que hacen, ojalá que sean lo mejor en algo que uno desconozca. Gente que en mi caso se han llegado a convertir en mentores. Y mientras más exigentes y más duros sean con el trabajo de uno, mejor. Uno no aprende a punta de cumplidos y “bien hecho”. Uno aprende a punta de crítica dura e iteracción. Nada nunca está realmente terminado. Siempre hay campo para mejora.
Ojalá la enseñanza tradicional del diseño no se pierda. Hoy cada vez más gente ocupa un trabajo y rápido, por lo que terminan llevando cursos técnicos para usar programas de diseño. Pero ese es el problema justamente. Yo puedo saber a usar un lápiz, pero eso no implica que sepa dibujar.
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